lunes, 29 de agosto de 2011
MANDA HUEVOS
El hecho de volverme a reencontrar con la fe perdida, gracias al foro de lúdicum, me ha transformado en otro ser (igual de feo) pero iluminado y lleno de paz y después gloria.
Yo que soy muy observador a la par que interesante, me di cuenta de cómo mis vecinas se pasaban una especie de pequeño ataúd y se presignaban al recibirlo.
- Ave Maria Purísima, decía mi vecina del quinto.
A lo que la vecina que transportaba tan mágnifica caja de madera tallada y que hacía entrega de la misma, soltaba un... sin pecado concebida.
Un día de investigación y ansioso por descubrir de quién era el mini cadáver momificado que mi imaginación se empeñaba en ver, decidí interponerme en uno de esos intercambios, entre la mesa camilla (mi vecina del tercero) y el bombón (mi vecina del quinto) y opté por alargar mi bastón a lo Chaplin, hacia el pie renqueante de mi vecina, que recorría aquel pasillo de portal rancio, a velocidad aniquiladora.
Bueno, aniquiladora fue la hostia que se pegó, contra la barandandan...dilla de la escalera. Yo actué, como cabía esperar, con rapidez, la dejé hacer su caída libre (muy libre), con estilo, digno de la puntuación más alta que se le pueda poner a un saltador de pértiga y me fui al rescate de aquel sarcófago y su momia.
La abrí ansiado....
Era ella.
La más hermosa dama.
La poesía de la fe a escasos centímetros de mi corazón, unas lagrimillas brotaron una por el lateral de uno de mis ojos, y la otra vete a saber por dónde salío ni qué diantres hizo para ir directa a la punta de mi lengua, rica y saladita.
Era LA VIRGEN DE LOS DOLORES. La imagen me llevó a otra imagen, la de mi madre arrodillada, rezándole a una Virgencita que también se pasaban las vecinas de casa en casa, solo que ésta, en su humildad y modestia, su medio de transporte era más rudimentario, una caja de cartón.
Entre que llegaba la ambulancia, que la mesa camilla no recordaba el por qué del piñazo, mi vecina del quinto socorriéndola en minifalda y yo deleitándome con la imagen del tanga rosa que lucía con brutal descuido y a la vez tapándole los ojos a la otra imagen (LA VIRGEN DE LOS DOLORES), me acerqué con fingida preocupación a los restos destartalados y esparcidos por el suelo de mi vecina del tercero:
- ¿Se encuentra bien?, ¿Se ha hecho daño?. Las preguntas típicas y y absurdas que todos hacemos, pero que te sacan del apurillo y quedas tan ricamente.
- Usted no se mueva (esto fue recochineo, maldad pura y dura), que enseguida llega la ambulancia y verá que pronto se pone bien.(Otra típica frasecilla resultona)
La señora (mesa camilla), pegó un grito, pero esta vez mucho más intenso y no fue de dolor precisamente, sino que parecía más bien de angustia:
- ¡Ay, Mari Pili, que creo que me estoy muriendo, que estoy viendo al hombre de la guadaña!, que se vaya, que se vaya, ¡ay! ¡ay! ¡ay!.
Aprovecho el momento alucinógeno que padece la buena señora (quiero pensar que a causa del dolor) y remato la faena con un:
- No se agobie señora, que ahora mismo voy a mi casa a ponerle un par de velas (negras) a NUESTRA VIRGENCITA DE LOS DOLORES, para que se apiade de los suyos y le alivie lo máximo posible los terribles dolores que va a padecer durante los próximos quince meses.
Puedo parecer un tanto inhumano con esta afirmación, pero es que no me gusta mentir y viendo en el estado lamentable en que ha quedado... casi que he sido bueno y le he dicho menos tiempo del que realmente preveo que será.
En fin, que todo esto para contaros mi vuelta a la fe y agradecido estoy por ello a vosotros ludicuneros. Incluso en este mismo momento creo estar viendo la luz cegadora de la fe. ¡Ah, no! que me he dejado la puerta de la nevera abierta. ¡Manda huevos, ahora me toca levantarme para ir a cerrarla!
P.D.: De la Virgencita...., os diré que es mi invitada perenne por los restos de los restos en mi hogar. Extendí el rumor entre los vecinos de que en la caída se hizo añicos. Ahora somos como un matrimonio. Al principio ella no se adaptaba al nuevo hogar, yo le abría de par en par las puertecitas para adorarla y ella las cerraba, luego terminó por adaptarse, ya no daba portazos sólo apagaba las velas (imagino que buscando intimidad y que nuestras oraciones no sufriran dispersión alguna), y más tarde la afinidad de nuestras miradas hicieron que ella también terminara pareciéndose a mí, acabó con un ojo mirando hacia el este y el otro hacia el oeste.
El amor.... mueve montañas, en este caso lo que se movió fue el jarrón donde guardaba las cenizas de mi gato MISIFÚ (original nombre para un gato) para darle su puesto merecido a la cajita tallada de madera. Y las cenizas... se las llevó el viento desde mi balcón, al balcón de la vecina del tercero que en ese momento tomaba el sol para recuperarse de sus heridas.
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